
Que la historia recordara mis tiempos
Como una época de brutos y enajenados.
Comprendo de pronto
Que el subdesarrollo es una condición intrínseca
Al tercer mundo
Una sombra tanto o más oscura
Que las noches de la América latina.
Escondo dos tazas de amargura
Y una pizca de ideología
Entre las tapas de un libro.
Me llaman para el rezo de las doce
El ángelus,
Un padre nuestro y unas cuantas aves marías.
Después de comer me acuesto en el piso
A tomar el sol,
A beber la tarde
De las primeras tardes de invierno.
Esto del complejo de lagartija
(Léase: la antigua costumbre de tomar el sol en los días de frío)
Tiene la ventaja de la observación pasiva y perenne
Resurge en mí de nuevo
La depresión de los suburbios,
La angustia esa de ser la copia barata
De un envilecido sistema de panes y peces de plástico.
Resurge en mí de pronto
La perfecta conciencia de
Nuestra hambre periférica.
De nuestra temperatura fueguina
De nuestras lágrimas saladas.