sábado, 15 de noviembre de 2008

Noticias del Extranjero


Cuando supe que Ramiro había matado a Aureliano
Sentí los balazos en la espalda.

Sentí el dolor ese, en el pecho,
De cuando cae el más cercano de los compañeros.

Sentí el dolor ese de las sombras,
Ese sabor amargo que queda en la boca
Cuando nos enteramos del compañero corrompido.

Sentí la sed de poder en la mirada de Ramiro,
Esa prepotencia de aquellos que se hacen llamar comunistas
Y que reducen números todo cuanto pueda hablarse de marxismo.

Esa noche, la mas clara de todas las noches, de estos días oscuros,
Sentí- ya no como un deber, sino más bien como la más urgente de todas las necesidades-
Empuñar un fusil y comenzar la revolución.

1 comentario:

PERIFERIA dijo...

Hola, muy buen blog, estuvimos leyendo mucho rato, abrazos y saludos desde la periferia.